Para la presentación y debate posterior de esta película, que proyectaremos en versión original subtitulada, contaremos con la presencia de la psicóloga y socia de CineCercano, Esmeralda Moran.
Queremos aprender y reflexionar sobre la salud en su significado mas extenso. Juntas y entre todas y todos. Para ello nos hacemos eco y participamos en el 4º Ciclo «Construyendo desde los feminismos» que en esta edición se ha titulado «Sana, Sanita»
Lois tiene 16 años y es una apasionada de la física que sueña con convertirse en astronauta y viajar al espacio. Pero a pesar de sus obvias habilidades y su prometedora participación en un concurso del Centro Nacional de Estudios Espaciales, la joven se enfrenta a un gran obstáculo: su peso. Y es que Lois pesa más de 100 kilos. Para tratar de adelgazar, se lanza de cabeza a un duro tratamiento cuyo resultado inmediato es una indeseada hospitalización Y allí, cuando todo parece perdido, conoce a Amélie, Stannah y Justine, tres adolescentes heridas como ella que la ayudarán a cumplir su sueño: participar en el concurso y tocar las estrellas.
100 kilos de estrellas es una honesta celebración de la amistad femenina, una historia de iniciación en compañía de cuatro adorables adolescentes con las que pasamos de la risa a las lágrimas gracias a la autenticidad que desprenden sus personajes, singularmente divertidos a pesar de la gravedad de los temas tratados. Y es que, dejando igualmente espacio para la emoción, Marie-Sophie Chambon logra componer un relato crítico y feminista que inspira sonrisas sin por ello dejar de señalar y recordar al público una realidad a menudo cruel: la violencia de las relaciones sociales de género, la difícil feminización de las profesiones científicas, los trastornos alimentarios, la discriminación, la mirada de los demás y las dificultades de la adolescencia.
Para saber mas:
Este domingo 10 de octubre he tenido la oportunidad de ver una película que me ha resultado conmovedora. Después explicaré los porqués.
Antes quiero aclarar que este año el IV ciclo de Construyendo Feminismos se ha titulado SANA SANITA y, en mi opinión, este título ha sido muy acertado. No solo porque nos hace recordar la cantinela «Sana, sanita culito de rana, sino te curas hoy te curarás mañana» que nos susurraban al oído nuestras cuidadoras (madres, yayas, titas o tatas), sino también porque expresa el trabajo de los cuidados que tradicionalmente han asumido y siguen asumiendo las mujeres, así como la creciente feminización de las profesiones sanitarias.
Pues bien, Cinecercano se ha sumado a este 4º Ciclo y ha elegido una película muy apropiada -100 kilos de estrellas- y hemos visto con alegría que ha acudido un público muy joven, aunque otras personas ya tengamos lejana la juventud, pero no las ganas de cambiar el mundo.
Esperanza Torrico, educadora social y colaboradora de Barbiana, habló en primer lugar agradeciendo a todas las entidades y asociaciones que han colaborado en esta 4ª edición. Después, Esmeralda Morán, psicóloga y también socia de Cinecercano, nos facilitó algunas de las claves de este largometraje francés, opera prima de Marie Sophie Chambon, que también es autora del guion. Nos anticipó que la intención de la directora era ponerse en la piel de aquellas adolescentes que sufren por ser diferentes o por tener algún trastorno alimentario u otro handicap. Y no solo nos dio algunas pistas, sino que planteó algunos interrogantes y nos invitó a quedarnos al debate posterior.
Ahora quiero comentar lo que yo misma, como una espectadora más, sentí a lo largo de la proyección. Al empezar me sorprendió la música alegre que sonaba, mientras unas imágenes de burbujas de colores muy vivos se entremezclaban. Y al poco rato volvió a sorprenderme la forma tan cómica en la que habla de sí misma la protagonista -una chica de 16 años llamada Loïs apasionada por la Física y los viajes espaciales- que se compara con Júpiter, “el más gordo de los planetas”.
En las escenas siguientes, con unas cuantas pinceladas más, la directora nos muestra lo esencial del entorno familiar y escolar de esta adolescente, con una madre acomplejada por su obesidad y un padre afectuoso (encarnado por el genial actor Philipe Rebbot, al cual vimos hace poco en en Un amour Flou, en un inolvidable papel de marido nada usual). Quiero hacer hincapié en la figura del padre porque, aunque pueda parecer un papel secundario, intenta ayudar a la hija para que se acepte y se valore tal y como es. Y no voy a explicar nada más, porque odio hacer spoiler. Tampoco me gusta esa palabreja, prefiero decir que no me gusta «destripar» ni los detalles de la trama, ni mucho menos el final.
Lo que sí puedo contar es que entré esperando ver una película de un tema trágico y sin perder nada de esa dureza, ni tampoco echarle falsos edulcorantes, me he topado con una historia plural y, sobre todo, poética, que entremezcla la cruel realidad con imágenes del mundo de los sueños o, mejor dicho, del mundo de los deseos de cuatro adolescentes elevándose de sus respectivas ataduras y complejos. Y creo que esto deja abiertas las ventanas a la esperanza de un cambio. También debo reconocer que la directora tiene un planteamiento claramente feminista, porque deja claro que el ámbito de las carreras científicas está copado por referentes masculinos y que las chicas son la rara excepción en Frikilandia.
En resumen, me ha parecido un delicado canto a la amistad, a la diversidad, a las personas que son raras, a los que no encajan, a los que no tienen las medidas que impone el discurso de la publicidad y de las top model. Es también una crítica a ciertas miradas y prácticas hospitalarias y un elogio a la ayuda mutua, una auténtica terapia entre iguales. Unas alianzas de rebeldes que se entretejen en un objetivo común. Además de ser un relato iniciático, con algunas pequeñas dosis de humor, me parece que se sostiene porque tiene un guión bien construido, con un ritmo ágil, con elipsis, con un buen trabajo actoral, en el que cuenta cada gesto, cada palabra y cada silencio. Todo ello acompañado de un juego de luces donde alternan tonos sombríos y tonos coloristas, junto con una fotografía de una belleza estremecedora.
Ya en el debate posterior al visionado, hubo bastantes personas que levantaron la mano para pedir el micrófono. Hubo unanimidad en que es una película necesaria, tierna y, sobre todo, terapéutica. Una persona habló de la tiranía de las tallas únicas. Otra añadió que era una oportuna denuncia de la gordofobia. Una chica muy joven nos hizo comprender que, en la escena donde los Frikis se niegan a prestar un artilugio, el cuerpo de la adolescente se sexualiza, con pintalabios y bajándose el escote de la camiseta con el fin de lograr su objetivo. También alguna voz masculina intervino para reconocer que la presión de las tallas ideales es mayor sobre las mujeres que sobre los hombres.
Hubo incluso quien sugirió que este largometraje debería proyectarse en los colegios e institutos para el alumnado adolescente. Y yo estoy de acuerdo, aunque añado que también sería una buena idea que se programase en algunos centros cívicos para las que ya no somos jóvenes pero tenemos hijas, nietas, sobrinas que están en riesgo de sufrir algún trastorno de conducta alimentaria y poder poner nuestro granito de arena en la aceptación de la propia imagen.
GLORIA ÁLVAREZ DE PRADA