La chica sin familia

“Papá, papá…”. En las artes, incontables veces se ha expresado esa palabra con un mismo significado, el del reconocimiento por parte del vástago, el “nombramiento” a esa figura y condición tan altas. La protagonista de “La chica tranquila” lo expresa mejor que cualquiera.
A la “La chica tranquila” se le podría perdonar cualquier “fallo”, si los tuviese. Simplemente es lo que debía y quería ser. Es una de las películas más sencillas de los últimos años. Sencillamente no puede haber muchos filmes más sencillos. Una niña retraída, de una familia disfuncional, es llevada a pasar el verano con unos parientes lejanos, totalmente extraños para ella, pero que terminan redefiniendo lo que percibe como hogar y familia.
Es una historia contada cronológicamente, en tiempo y espacio lineales, con el peso narrativo en los hombros de la niña, literalmente en ella, a su altura, manteniéndose su punto de vista como el principal en el relato fílmico.
En un filme que quiere ser bello, y necesita serlo, la fotografía obsequia plano a plano verdaderos cuadros impresionistas, desde la cocina comedor más acogedora que pueda verse hasta el verdor de la floresta. El color y la luz narran tanto como la historia en sí misma, dicen más que las palabras, que escasean, acertadamente.
El filme, primero de Irlanda en ser nominado al Oscar a Mejor Película Internacional, sobresale también por sus personajes, caracterizados con las medidas justas, bellos todos en su identidad, y además interpretados de maravilla, sobre todo los de la niña y el matrimonio que la acoge.
De un comienzo de misterios e incógnitas, de extraña generosidad de una dulcísima señora y su hosco marido que acogen a una tímida niña en un caserón rural, el filme termina cayendo en los brazos del más intenso melodrama, incluidos los clásicos lugares comunes del final: falsa despedida, carrera, abrazo. Pero ya a esas alturas el espectador está más que enamorado. Así que, nada, todo el público se vuelve un llorar y un aplaudir. Por otra parte es en la escena final donde la niña dice «papá», como naciendo de nuevo, por decisión propia.
Tras la proyección, a cargo de Cine Cercano, un instante después, justo ese necesario momento para contener el espontáneo lagrimeo, todos empezaron a aplaudir como posesos y a felicitar una y otra vez a los organizadores por tan buena elección de película.
Comenzó un debate un tanto diferente a los anteriores. Parecía que estábamos en una conversación de sobremesa, recordando historias de la familia o del barrio.
Todo el mundo recordaba pequeños detalles, todos daban significados, cada quien hallaba símbolos, que si las tres luces en el mar, que si la casa sucia y oscura y la casa linda, que si la hierba donde se ocultaba la niña, que si el velorio… Fue una gran noche. Se reunió una vez más mucha gente experimentada, con acervo cultural y vital, y con buen gusto. Ojalá se sumen más los jóvenes a estas proyecciones que facilita los domingos la asociación Cine Cercano. Su programación hace ver que hay mucho mundo más allá del consumo cultural que se estila hoy, en particular en salas de cine, o Netflix, por ejemplo.
En síntesis, paternidad, maternidad, amor como vía y motivo para volver a la vida o salir hacia ella, de eso trata de forma tan hermosa esta película sobre el amor, que puede conseguir que la ames como a ninguna.
Lian Morales Heredia
«La chica tranquila» (en inglés The quiet girl y en lengua original An Cailín Ciúin), es una cinta irlandesa de 2022 y es el primer largometraje de ficción de Colm Bairéad. Dura 1h y 34 min.
Fue proyectada por Cine Cercano el domingo 11 de febrero en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Córdoba.