Nos encontramos ante una película entrañable, tierna y bonita, sobre un niño grande, que ha crecido en cuerpo y corazón, y que vive la marginalidad y acoso de lxs normales.
Los egoísmos, bromas y mofas de lxs normales que después sin rubor alguno solicitan sus favores. Desde su madre, sus vecinos y sus compañerxs de trabajo.
Fusi, no está ni es un enfermo, es una buena persona, enferma es la sociedad que le rodea, es decir nosotrxs.
Aunque la peli es islandesa, la enfermedad está globalizada y llega a todas partes.
Lo peor, no hay vacuna.
Llega ante el/la espectador/a que no sabemos por qué, cuando juega y acompaña a una niña, nueva vecina y sin tiempo para ser atendida por sus padres, nos pensamos lo peor. Como si lo normal, es pensar lo peor, ese virus lo llevamos lxs normales.

Sólo tiene un gran amigo con el que juega batallitas de la segunda gran guerra, su favorita el Alamein. Qué dirá su mujer normal, cuando deja todo y juega con su amigo?

Nuestro Fusi sólo quiere sobrevivir y pasar inadvertido, pero no lo puede conseguir. No coge vacaciones y vive a gusto, sale los viernes a cenar solo y a escuchar música heavy metal.
Se enamora y tendrá que hacer de enamorado, entra en el peor de los mundos del amor romántico, dejará su música, sus hábitos y su vida, para compartirla con su amor. Un amor ocasional, con otro corazón gigante o enfermo.

El director muestra una gran admiración por nuestro pueblo español, la madre del amigo ha viajado a Canarias, hay una receta de un postre especial que no es otro que la crema catalana y el amor de Fusi trabaja en Sadeco.