El octogenario Jerzy Skolimowski, nos ofrece esta película notable, un alegato a la ternura, nominada a mejor película internacional en los Oscar. Premio del jurado en Cannes, premio del jurado en la seminci de Valladolid y otros cinco o seis premios mas.
Es inevitable recordar la obra maestra de Robert Bresson «Al azar de Baltasar» en la que Baltasar nos acompaña en un recorrido por la naturaleza humana. Puede ser una buena ocasión, tras el visionado de esta película polaca, para aprovechar y revisitar la obra del maestro francés.
Para conocer mas:
El poema del rebuzno.
Eo es un guante a la cara del cine comercial y la mayoría de las películas al uso. O, al menos, es un intento bastante intenso, una señal de hastío ante el cine actual. El octogenario director polaco Jerzy Skolimowski lanza un grito como un rebuzno, de aburrimiento del cine contemporáneo, cuyas producciones, mayormente, resultan lo mismo con lo mismo, básicamente, pues aunque tengan tintes de género, de autor, de temas profundos, no son más que relatos. Meros audiovisuales narrativos, demasiado esquemáticos, convencionales, enmarcados, circunscritos, demasiado industriales, etc.
Sin embargo, aunque enarbole su espíritu vanguardista, transgresor, de superioridad con respecto a lo narrativo, Eo es un filme del más puro, e incluso simplón, cine convencional, narrativo y popular. Sí, y en esto nos detendremos.
Es verdad que tiene su alarde vanguardista, su ínfula de videoarte, su bagaje reflexivo, su ataque sensorial. Pero todo supeditado a un guion con los altibajos más característicos del estereotipo de cine narrativo más fácil y socorrido.
Aunque predomina la desgracia, también hay buena suerte y alegrías. Al protagonista los realizadores le han puesto unos cuantos obstáculos por el camino, pero también victorias. Como en el más popular de los relatos audiovisuales, el recorrido del protagonista está hecho de vicisitudes pero no solo de ellas, porque obviamente eso sería, además del extremo contrario al entretenimiento, patético al extremo.
En el más convencional de los relatos, el protagonista afronta un obstáculo, o sufre un revés, percance, desgracia o tragedia, luego vive su momento de buena suerte o esperanza, solo para volver a caer en el infortunio, normalmente uno más agudizado. Y así, progresivamente, con esos altibajos, algunos más bruscos que otros, se cuenta una historia. Es lo más convencional, vamos, lo más naturalmente aceptado y disfrutado por el público desde las fabulaciones más antiguas.
Es una de las convenciones más dominantes, por su inherencia tan lógica a la fabulación, al imaginario, a la cultura toda. Prácticamente toda historia y narración que se respete pertenece al recetario de fórmulas sobre la base de infortunios y éxitos (si lo reducimos a la mínima cantidad: infortunio-éxito si es comedia, infortunio-éxito-infortunio si es tragedia, y al gusto si es drama).
Pero Eo, también está hecho de sensaciones, y sentimientos. No por gusto el título es la onomatopeya del rebuzno.
Es un filme también sin alardes de perfección o de obra maestra, porque es muy sincero. El delirio, el capricho creativo, la rienda suelta a la inspiración, el hacer lo que me han entrado ganas de hacer, es un derecho artístico que blande Polarkoski. Lo pone todo rojo, sube el volumen por aquí y por allá buscando la inmersión y el bombardeo de nuestra consciencia, nos mantiene caminando de un lado hacia otro sin objetivo claro.
Y con todo esto nos sermonea, nos insta a ser depredadores respetuosos. Al menos es lo que entiendo, porque depredadores no podemos dejar de ser, aunque haya a quien no le guste . Cada ser, incluido el humano, tiene un papel en el ecosistema. No hay que alarmarse simplemente por ello. Por esos mismos papeles de cada cual, es más raro que una mujer devore a un cachorro de león que una leona consuma un bebé.
Nosotros somos los malvados y eso lo sufre el resto de los pobres animales, incapaces de ser malvados. Sin embargo, la misma capacidad por la que somos los creadores y únicos portadores de maldad, es la misma que nos hace crear Eo, en resumidas cuentas, ser los seres conscientes tanto del mal como del bien.
Eo también tiene su comodín efectista, y esto resulta favorecedor al entretenimiento, escaso como tal en el filme. Básicamente, se alternan escenas de animales en solitario y de animales con personas. En estas últimas no se aprovecha el terreno fértil para lo narrativo, y no aportan más que lo necesario para el director que busca alejarse de lo típico. Por otra parte, en las escenas de animales solos o sin apenas acción humana, es tan relajante pasar el rato, sobre todo viendo herbívoros como en un documental parsimonioso en la tele o en un dominical paseo en el zoológico (y aquí apunto que en los zoos adonde he ido la mayoría de los animales vive en condiciones inadecuadas).
El filme cumple su objetivo. Crea consciencia sobre la ganadería, la ecología, sobre lo mal que tratamos a los animales. Tratamos mal a todos, y en el filme así se constata aunque el director no hubiese querido enfocarse en ello. Cuando digo que tratamos mal a todos, por supuesto incluyo a los humanos, especialmente maltratados por ejemplares de su propia especie.
Aún en 1958 hubo zoológico de humanos en Bruselas; hasta 1974 el cerebro, esqueleto y órganos sexuales de Saartjie Baartman fueron exhibidos en el Museo de la Humanidad en París; hasta el 2000, “El Negro” no fue repatriado desde España, donde recién había sido almacenado en el depósito de un museo como “objeto 1004” tras casi dos siglos expuesto a la burla racista.
Solo doy esos datos para que, enfatizando las fechas, nos demos cuenta de la batalla larga que queda por afrontar por todos los animales que esperan en la larga cola del progreso humano.
Por eso hay que echar esas batallas, ya es tarde hace tiempo. Por eso, además de su genuina propuesta no meramente narrativa, Eo es una grandísima película.
El debate tras la proyección, moderado por Alba Bryant, de juventudes rebeldes por el clima y sabiduría alimentaria, fue exiguo en intervenciones.
No estamos acostumbrados a filmes como este, y nos cuesta lograrlo.
Sobre el filme, nominado al Óscar a Mejor Película Internacional y ganadora del Premio del Jurado en Cannes, se apuntó en el debate la carga sensorial, el desasosiego que provoca y el llamado a un comportamiento más consciente respecto al impacto de nuestra huella ecológica.
Además se recordó la obra maestra de Robert Bresson “Al azar de Baltasar” (de la cual Eo es una especie de revisita según ha trascendido) y se invitó a aprovechar el visionado de Eo para ver luego ese otro filme, exhortación que en lo personal acepto.
Eo (2022, 1h y 28 min) fue proyectada por Cine Cercano en la Filmoteca de Andalucía el 5 de abril.