Presenta Raquel Toledo a su director Juan Carlos Rubio
La muerte de su padre obliga a David a hacerse cargo de su legado. Entre sus pertenencias encuentra algo inesperado: las cartas de amor de otro hombre. Desconcertado por el descubrimiento, decide visita al supuesto amante de su progenitor y descubrir la verdad.
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La película empieza a todo color, pero un color granuloso y tirando a antiguo, para hacernos recordar una escena del pasado en una playa. A los pocos segundos pasa a un espléndido y nítido blanco y negro.
Nuestro protagonista pone orden en su vida y en sus recuerdos, guardando en cajas los objetos de su padre recién fallecido.
Terminando, encuentra una caja metálica cerrada que le hace dudar al estar escondida y bajo llave.
Consigue abrirla a martillazos y encuentra un montón de cartas. Ve que son de su padre, las abre y son cartas de amor o de deseo. Mira el remitente y está en blanco. Entra en la misteriosa carta y es una carta de amor de un hombre. Los martillazos ahora, empiezan a darle en su cabeza, en sus recuerdos y en su memoria. No se lo explica. ¿Qué ha pasado? ¿¿¿quién era su padre??? ¿Era el que él conocía o era otro hombre?. ¿Sus recuerdos son falsos?
Al público nos pasa lo mismo. ¿Cómo se puede llevar una doble vida? Yo mismo, me planteé, que al salir de la sala tendría que ir a la casa de mi padre y rebuscar por todos los armarios, sobre todo por arriba.
Pero nuestra peli es una cascada de sorpresas y de desengaños. Hemos creído que lo que era verdad era mentira y conforme la película siga, seguiremos presos de nuestros prejuicios y de nuestra cateta y machista moral.
Kiti Mánver, hace el mejor papel de su vida, hace de Juan, el amante de Rafael. Artista, ya en sus vejez, y hombre de mundo con una palabra suelta y vitriólica. Quiere hablar directo, pero siempre con un tono duro de humor y superioridad. Sabe de deseos y soledades más que nadie. El aire y el tiempo le han hecho muchas heridas, demasiadas heridas.
La vida puede resultar que al final se pueda resumir en una sala de teatro vacía. Y que el amor o deseo es un golpe de estado que rompe el democrático equilibrio de la vida. A Juan le supuso 40 años de soledad. A España 40 años de muerte y tristeza.
Hay otro personaje que aparece en una foto y es otro ser solitario e independiente, con tremendos ojos azules. Desapareció también y también dejo soledad y dolor. Se llama José Antonio y es un gato. ¿Será real?.
Al final vuelve el color, ese color no real, que nos deja constancia de la vida en blanco y negro, y todos sus matices de grises.
Silencio absoluto y cuando en los títulos de crédito aparece el nombre de Kiti Mánver, reaccionamos y aplaudimos sin descanso.
Juan Carlos nos cuenta realidades y ficciones de su gran película y se abre un diálogo que se tiene que interrumpir por el silbato del tren que espera en la estación. Pero el debate no paró, saliendo seguíamos hablando y en la calle seguían los corrillos con ganas de más Heridas del Viento.
Una música de la excepcional Mina y una apuesta por un cine libre, valiente a reivindicar y saborear. El cine que Pedro Almodóvar reivindicó en la recogida de sus últimos Goyas.
UNA PELÍCULA HONESTA Y SANADORA
Exacto.
Una película sanadora, honesta, emocionante, bella, que trasmite la magia y potencia del teatro.
Que ha tomado las mejores decisiones al llevar al cine esta obra, sin ocultar su origen, reivindicándolo y sabiéndolo hacer. Atreviéndose.
Atreviéndose a mirar directamente a la cámara, a hablarle directamente al público, a traspasar al espectador/a las dudas, el sufrimiento y la emoción. A darse la vuelta (me deja sin respiración) y orgullosamente levantar el telón, enseñarnos la sala, las butacas de ese teatro. Con o sin espectadores, da igual, de ese teatro que es la vida. Y sabe traspasarnos a través del cine la fuerza y la fascinación que tiene el teatro, que tiene la vida.
Gracias Juan Carlos, el placer ha sido nuestro.