LIBERTAD MIERCOLES 1 de JUNIO de 2022 a las 22H

Escrito el 28 de mayo de 2022

Damos inicio al II Ciclo de Cine en la Merced, Miradas de mujeres, con la opera prima de Clara Roquet, Libertad.   Primera obra escrita y dirigida por esta guionista catalana, autora de guiones como 10.000 KM, de Carlos Marqués, o Petra, de Jaime Rosales, entre otros. Después de haber deslumbrado en la dirección con varios de sus cortos, Clara Roquet nos trae por fin su primer largometraje como directora. Libertad se estrenó mundialmente en la Semana de la Crítica de Cannes, donde obtuvo muy buenas críticas. Del mismo modo, ha sido la encargada de inaugurar la Sección Oficial de la Seminci de 2021.

Libertad narra el verano que pasan juntas, dos adolescentes llamadas Nora y Libertad; dos chicas de mundos muy distintos, que consiguen conectar a través de las inquietudes que sienten la una hacia la otra. Una película que nos habla de la edad fronteriza entre la niñez y la adultez, las distancias que existen entre clases sociales y también sobre como gestionamos las perdidas.

Para saber mas:

Filmaffinity

Fotogramas

Espinof

El antepenúltimo Mohicano

Cinemagavia

2 Comentarios

  1. Nati Serena

    Libertad. Amistad inesperada, intensa pero llena de fracturas y privilegios

    El pasado miércoles 1 de junio tuve la oportunidad de asistir a la proyección de esta ópera prima de Clara Roquet en el patio blanco de la Diputación de Córdoba bajo el proyecto “Miradas de Mujeres II. Cine en la Merced” que organiza la Asociación CineCercano junto a la Diputación de Córdoba -Igualdad y Cultura-. No conocía la obra en sí pero sí sabía de la existencia de esta artista en su labor de guion en piezas audiovisuales como 10.000 km (Carlos Marqués-Marcet, 2014), Petra (Jaime Rosales, 2018) o Los días que vendrán (Carlos Marqués-Marcet, 2018) y algún que otro cortometraje como Agua en la boca (Francisca Alegría, 2015). Así, me introduje en un relato intimista que desde el primer momento no pasa desapercibido con esa escena de uno de los personajes, Rosana (Carol Hurtado), la empleada doméstica de origen colombiano, llorando casi en silencio detrás de una cortina. Y es también esta escena, la gran metáfora de todo el filme más allá de la trama principal: la incomunicación, las mentiras y los secretos de ambas familias.
    Clara Roquet crea una sólida ópera prima para, desde un relato coming of age, hablarnos de dos protagonistas: Nora (María Morera) y Libertad (Nicolle García), dos jóvenes de 14 y 15 años respectivamente, que van a vivir juntas una amistad inesperada durante un verano lleno de cambios donde van a aprender a autodescubrirse, a enfrentarse y rebelarse contra sus familias y, en definitiva, a crecer. Así, vamos a poder ver a lo largo del relato cómo las vivencias de una se van a proyectar en la otra pero siempre bajo un pequeño-gran obstáculo: la diferencia de clase y, por tanto, de privilegios. Y es que mientras que Nora es una chica tímida de una familia burguesa, la alocada de Libertad acaba de llegar a España después de 10 años sin ver a su madre porque esta se tuvo que marchar de Colombia para buscar trabajo. Así, mientras que la primera vive en un mundo acomodado lleno de sobreprotección, reglas y restricciones, la otra se ha criado con su abuela, sin referentes paternos y sin ningún tipo de normas. Dos realidades muy diferentes que van a marcar unas diferencias muy importantes -de clase, de cultura, de educación, de privilegios- pero que no van a impedir que estas dos jóvenes se diviertan juntas durante el tiempo que dura el verano, mostrándonos así no solo este cruzamiento de identidades, sino los conflictos propios de la adolescencia -no por ello menos importantes- y una amistad intensa pero llena de fracturas y fricciones desde la adquisición de conciencia de los privilegios con los que no todo el mundo puede contar, siendo así un verano marcado por dos miradas diferentes pero a la vez similares.

    Cabe señalar en este punto que, Libertad no solo se va a centrar en esta trama, sino que, de fondo, también va a plasmar otros relatos también muy importantes, ya que ambas familias tienen muchos asuntos pendientes que deben afrontar de una u otra forma -conflictos internos, divorcios, nuevos amores, vuelta al hogar, pérdidas, desintegración familia y afectos no correspondidos-, hechos que también nos van a mostrar esta diferencia de clase en una estructura de tramas múltiples, ya que la propia directora no solo se centra en la mirada de la protagonista Nora, sino que va alternándola con la de los otros personajes. Pero, sobre todo, cabe hacer hincapié en el hecho que une a todos en la misma casa: la abuela de Nora (Vicky Peña) y madre de Teresa (Nora Navas) tiene Alzheimer y quizá sea el último verano que toda la familia lo pasa junta en la casa veraniega familiar. Una casa de estética setentera de la Costa Brava que también se va a convertir en ciertos momentos en una protagonista más de la obra. Además, en esta obra no solo vamos a ver una mirada femenina por la propia directora sino por el hecho de que los hombres que aparecen en el filme son apenas sombras o retazos y no cuentan con un fuerte papel protagonista.
    Libertad no solo se estrenó en la 74ª Semana de la Crítica de Cannes -estrenándose así un año de retraso por la pandemia-, sino que inauguró la 66ª edición de la Seminci de Valladolid. Según cuenta la propia directora en diversas entrevistas, la historia nace tras su cortometraje El adiós (2015) -con el que ganó la Espiga de Oro en Valladolid-, en el cual también nos encontramos con una empleada doméstica -en este caso de Bolivia-, que vive la pérdida de la mujer mayor a la que cuida. Clara Roquet en esa ocasión buscaba actrices no profesionales que trabajasen como empleadas del hogar y fue ahí encontró su nueva historia al conocer el trauma de estas mujeres que deben dejar a sus hijos y marcharse de sus lugares de origen para buscar un futuro y cómo al llegar a España se encuentran con una gran diferencia de privilegios. Así, Libertad comienza a desarrollarse en un primer momento en 2016 pero no toma forma hasta su rodaje en 2019 cuando decide optar a rodar toda la película en castellano para facilitar el proceso de financiación con el que no suelen contar las obras rodadas en catalán. En esta ocasión, la directora también parte del relato de la plusvalía de los cuidados de una empleada doméstica extranjera a la cual la señora a la que cuida tiene más cariño que a sus propios hijos e hijas, tratándose así también de una crítica también de las relaciones de poder y de los cánones burgueses occidentales. Así, Libertad, desde la sutileza pero de forma directa, aborda las diferencias de clase a través de este relato y, lo más importante, a través de la mirada femenina y de la adolescencia.
    En este punto, cabe hablar del hecho de la importancia que la nueva ola de cineastas españolas mujeres -sobre todo provenientes de la ESCAC- está teniendo. Bajo temáticas dramáticas similares: relaciones sociales, familias desestructuradas, adolescencia e incluso la maternidad, todo ello plagado de personajes femeninos en una crítica hacia el patriarcado y reflejado en relatos de tono intimista llenos de sensibilidad donde toma gran importancia la descripción de los espacios y la dirección de los actores/actrices como ya pudimos ver obras como La novia del desierto (Cecilia Atán y Valeria Pivato, 2017), Verano 1993 (Carla Simón, 2017), Ojos negros (Marta Lallana, Ivet Castelo, Iván Alarcón y Sandra García, 2019), La inocencia (Lucía Alemany, 2019), El viaje de Marta (Neus Ballús, 2019), Las niñas (Pilar Palomero, 2020), La ciénaga (Lucrecia Martel, 2021) o Cinco lobitos (Alauda Ruiz de Azúa). Asimismo, la obra de Roquet encuentro ciertas similitudes con obras como Novecento (Bernardo Bertolucci, 1976), Le meraviglie (Alice Rohrwacher, 2014), Mommy (Xavier Dolan, 2014), Que horas ela volta? (Anna Muylaert, 2015), Roma (Alfonso Cuarón, 2018), Xquipi’ Guie’dani (Xavi Sala, 2018) o la sorprendente Moving on (Joon Dan-bi, 2019).
    En último lugar, tras ver esta interesante y sensible historia de iniciación, confrontación de clases y autoconocimiento entre dos adolescentes que van a ser poderosas desde su fragilidad, os recomiendo no solo los dos cortometrajes previos de Clara Roquet: El adiós (2015) y Les bones nenes (2016) sino asistir junto a CineCercano a las proyecciones que todos los miércoles de junio a las 22 horas van a tener lugar en el Patio Blanco de la Diputación de Córdoba.

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  2. Gloria Alvarez de Prada

    Anoche salí del Patio Blanco con un buen sabor de boca. Un sabor dulce porque ha sido una gozada ver el Patio casi lleno, con escasas sillas vacías. Da alegría ver tantas caras amigas y también ver caras nuevas, de gente cada vez más joven. Insisto en que ha sido un éxito, también gracias al apoyo de Alba Doblas, Delegada de Igualdad y de Salud Navajas, Delegada de Cultura, las cuales nos contaron que este segundo Ciclo de MIRADAS DE MUJERES se ha proyectado con auténtico mimo, con el objetivo de que el público cordobés pueda disfrutar de este espacio y, además, añadieron que su deseo es que se pueda volver a programar verano tras verano.

    Después habló Consuelo Borreguero, que nos informó de que este es el primer largometraje de Clara Roquet, una jovencísima directora catalana que antes había realizado varios cortos, entre ellos «El Adiós», en el cual está el germen de este largo y que, también, había destacado como guionista en «10.000 km». En toda su filmografía la crítica advierte de que cuida la perspectiva de género.

    Por mi parte, nunca me gusta destripar ni desvelar toda la trama. Tan solo diré que me impactó lo que cuenta y cómo lo cuenta. Me cautivó el ritmo narrativo de la peli, a veces lánguido como una siesta veraniega al borde del mar y otras veces trepidante como una huida en moto.

    La banda sonora está mimada al máximo, yendo desde las nanas tradicionales que la cuidadora colombiana canta a la niña, hasta la música de los años ochenta y noventa que nos lleva a un ejercicio de evocación y nostalgia generacional.

    La fotografía es luminosa, con exquisitos primeros planos de rostros y cabelleras entrelazadas. En especial me conmovió el contraste entre la piel morena de la cuidadora que sostiene a un bebé de piel lechosa.

    El trabajo actoral es magnífico. La directora cuida el lenguaje corporal y, sobre todo, sabe captar el juego de miradas, de tres generaciones, de diferentes clases sociales y procedencias muy distintas. Entre ellas deseo mencionar la mirada cada vez más perdida de la abuela, que ya no reconoce a su propia hija y la confunde con su nieta.
    Así mismo, resulta magistral la forma en que retrata un verano en el que conviven dos familias: una europea y otra de procedencia latinoamericana. Todas estas complejas historias familiares Clara Roquet nos las cuenta con claridad pero sin estridencias. Mediante símbolos como los tres relojes desacompasados, espejos, ropa antigua reutilizada, cabelleras entrelazadas y, en especial, las cortinas que velan y desvelan, es decir que protegen la intimidad y después se descorren para dejar ver un paisaje idílico que esconde goteras y egoísmos.

    El enorme chalet familiar es como un personaje más, con sus salones, sus dormitorios, su piscina, su frontón y su jardín con vistas al mar. Allí transcurren las fiestas nocturnas y también las tensiones soterradas.

    El vestuario tampoco es inocente ni casual, por ello los antaño glamurosos vestidos de la abuela se adaptan al cuerpo de la nieta. También es significativo que la madre burguesa se haya comprado en un mercadillo un florido vestido étnico, sin embargo al ver a su empleada colombiana con el mismo vestido se lo quita y le explica a su hija que no es apropiado para ella.

    En resumen, es una película que logra aunar estética y ética. Porque capta la belleza de paisajes y de los rostros al tiempo que denuncia problemas como la soledad, la incomunicación entre madres e hijas, el clasismo y una xenofobia o racismo bien camuflados por un barniz de buenismo y la explotación laboral de las migrantes empleadas domésticas a las que usan de “chicas para todo» las 24 horas diarias.

    En el coloquio posterior, hubo bastante participación a pesar de que empezó pasada la medianoche. Alguna espectadora apuntó que le había impactado la incomunicación entre madres e hijas. Otra reconoció estar sorprendida por las ansias de libertad de las adolescentes. En cambio, otra socia manifestó que le había irritado el egoísmo y falso paternalismo de la familia burguesa respecto de la familia migrante. En el mismo sentido intervino otra persona que afirmó que la amistad entre las dos adolescentes era una amistad desigual, puesto que la adolescente colombiana sí tiene conciencia de clase, sabe que no es de la familia, en cambio, la quinceañera burguesa no y poco a poco irá descubriendo la «culpa de clase», es decir, la conciencia de ser una clase privilegiada. En lo que coincidieron bastantes asistentes fue en estar sobrecogidas por el drama que supone para muchas mujeres latinas el tener que abandonar sus propios hijos pequeños para ser explotadas laboralmente por familias privilegiadas europeas. Una socia apuntó que no se les paga por esa «plusvalía afectiva» que las cuidadoras suelen generar hacia las personas ancianas a las que limpian, alimentan, miman y mantienen en el sentido más amplio de la palabra. En resumen, que la sesión tuvo una acogida inmejorable.

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