Es una película pausada, tranquila, alguien diría que lenta, pero no, el ritmo no es frenético, porque al mismo tiempo que le acontece a nuestra Marina, tenemos que ir asimilándolo el público.

Una pareja feliz, hay años de diferencia, pero se aman y disfrutan de su amor.
Él estaba casado y hoy vive con su nueva pareja en una de sus propiedades.
Ah, él es rico y con un gran patrimonio empresarial que comparte con su familia, ex mujer e hijxs.
Ella, Marina, no Marisa, como le increpa la familia de su novio, trabaja en un restaurante y canta por las noches en algunas salas de Santiago.
Son felices y en su felicidad han olvidado normalizar sus situación de manera legal, ¿o lo van a hacer y por eso quieren irse de viaje de bodas?.
Un pequeño incidente de salud en una noche festiva hace que la situación se precipite y al llegar al hospital, Orlando nuestro amante rico, fallezca.

¿El amor se convierte en perversión, vicio, prostitución?. Todo cambia. El respeto que le tendrían por ser la novia, amante de Orlando pasa a odio, un odio a lo extraño y un odio de clase. Ella no es de ellxs. Ella no puede mantener un estatus social que no le corresponde, al revés debe irse al vertedero social, a los barrios de prostitución y maltrato. La cogen por los pelos, la arrastran y la llevan allí, de donde no tendría que haber salido.
Lo extraño de un amor extraño es que cuesta admitirlo y si además no te conviene hay que demonizar al extraño, no a tu familia, sino quién osó acercarse y pervirtió al nuestro.
Poco a poco Marina, es humillada, maltratada y más cuando no se deja comprar, cuando exige el respeto a ella y a su dolor.
Lxs hijxs, la policía, la madre, todo el entorno de Orlando tienen que exorcizar esa relación.
Marina es querida por sus compas de trabajo, su hermana y familia y su profesor de canto. Ojo, Marina no canta cuplés ni canciones populares, canta ópera. El director la sitúa en la cima del arte de cantar.
Todo el dolor lo traga, pero encuentra refugio y poder en sus gentes, tanto que le da la vuelta al mundo y pisotea a todo el clan subiendo al techo del súper coche familiar, parte del símbolo de su poder.

De no poder andar, de tener hasta al aire en contra, Marina se sobrepone y demuestra ser Una Mujer Fantástica.
Los juegos de espejos también son otro artilugio del director para decir quién es Marina, no es un monstruo, ni una persona amorfa, como nos convierten los espejos de feria. Marina pasea y vemos que pronto se encontrará con unxs trabajadorxs que llevan un espejo de tamaño natural, no sabemos que imagen va ver ella y que imagen nos proyectará ese espejo, no hay duda, el de Una Mujer Fantástica.
Y la mejor imagen de esta Mujer Fantástica será la que ansíamos ver en la escena final en la que la proyectará el verdadero sexo de Marina.